MONTEVIDEO, Uruguay (AP) — A fines de 2012 Juan Andrés Palese fundó en el centro de Montevideo la primera tienda dedicada a vender insumos para el cultivo de marihuana, un diminuto local ubicado en el fondo de una galería comercial. No vendía semillas ni plantas, sólo elementos agrícolas; pero aun así se cuidaba de no usar su nombre verdadero.
Ahora que el Parlamento uruguayo sancionó una ley que habilita el mercado de marihuana y permite el cultivo personal de hasta seis plantas, Palese salió del armario y usa su verdadero nombre. Su pequeño local no da abasto ante el número creciente de clientes y en breve se mudará a uno más grande y mejor ubicado. Allí pondrá a la venta también semillas y esquejes, cortes de una planta madre que pueden sembrarse y originar nuevos ejemplares.
La marihuana está de moda en Uruguay. En los comercios de la principal avenida de Montevideo se venden camisetas con la estampa de una hoja de marihuana y en la radio suenan canciones de Bob Marley. Pero quienes buscan elementos para cultivarla en casa pueden ganarse problemas con la ley si no esperen hasta abril, cuando la norma estará reglamentada. Así lo aclaró el jueves el Secretario General de la Junta Nacional de Drogas, Julio Calzada, el mismo quien, pocos días atrás, dio luz verde al cultivo hogareño de cannabis.
“Desde el punto de vista estrictamente formal, no se puede. Hasta que la ley esté reglamentada no está la forma bajo la cual se puede tener plantas de marihuana en casa”, explicó Calzada en una entrevista con Radio Universal. “Hoy existe una ley que aprobó el Parlamento y fue promulgada y por eso tiene efecto jurídico (pero) del punto de vista de la organización de todo el sistema, no”.
Cuando los equipos de Calzada terminen de reglamentar la ley cualquier ciudadano mayor de edad podrá registrarse ante el Estado, obtener una licencia y cultivar plantas, explicó. “Si no está registrado, va a tener problemas con la justicia y las plantas van a ser confiscadas”, agregó.
Durante ese interregno, lo que sí hay son criterios más claros con lo cuales los jueces pueden decidir si un cultivador es un delincuente, dijo Calzada: si las plantas incautadas por la policía son para uso personal, quedará libre; si están preparadas para la venta, deberá ir preso.
“La ley cambió substancialmente”, dijo el jefe antidrogas. “El juez no puede procesar exclusivamente por convicción moral. Tiene que probar cuál sería el fin de la marihuana, para vender o para consumo propio.”
Palese está contento. Periodistas de medio planeta han pasado por su tienda, Urugrow. Está vendiendo grandes cantidades de “sustrato”, un mezcla de vermiculita, arena expandida, humus, turba y dolomita que potencia al máximo el crecimiento de las planta de marihuana.
“La ley es una linda manera de empezar con este tema. A nosotros nos sirvió mucho. La clientela aumentó. Hay mucha gente interesada en tener sus plantas. También hay muchos oportunistas que van a la tienda porque han visto una posibilidad de hacer dinero a partir de la nueva ley”, explicó.
La charla es interrumpida por la entrada de clientes. Un joven, incomodado por la presencia de un periodista, compra bolsas de vermiculita, un material que se obtiene a partir de la mica y se echa a las macetas donde se planta el cannabis para absorber el exceso de humedad. Luego entran dos turistas españoles muy desinhibidos. Quieren comprar “porro”, cigarrillos de marihuana. Les explican la ley no autoriza su venta.
Luego llega Agustín, un cliente habitual que trabaja como tatuador en un local comercial vecino. Tiene plantas en un baño de su departamento. “Hasta la sanción de la ley yo era un delincuente. Ahora ya no”, dijo con orgullo, aunque tampoco quiso que su apellido fuera publicado.
A pocas cuadras, en otra galería del centro de Montevideo, está Yuyo Brothers, una tienda que vende accesorios para fumar marihuana, en cigarrillos o en pipas. Un cartel en la puerta del local intenta convencer a los que sienten vergüenza de entrar: “Adelante. Adentro hay aire (acondicionado) y cobramos lo mismo”.
Hay otros que aún no se animan a tanto. Un importante empresario de 40 años entra y pide al reportero no ser identificado. “En los ambientes que me muevo sería mal visto saber que planto y fumo”, dijo.
Enrique Tubino, en cambio, no tiene vergüenza. Lleva aretes con la forma de una hoja de marihuana en las orejas y la misma estampa en sus bermudas y su billetera. Es el dueño de Yuyo Brothers, comenzó 11 años atrás vendiendo camisetas alusivas al cultivo y año a año fue incorporando nuevos elementos de la cultura cannábica. Un local que abrió en el balneario de La Pedrera, 240 kilómetros al este de Montevideo, fue allanado una vez por la policía en busca de plantas de marihuana. Tiene plantas desde hace cuatro años en una ventana de su casa en la capital, a la vista de todo el mundo. “Nunca nadie me denunció”, contó.
“La clientela en nuestra tienda es más o menos la misma de siempre. La diferencia es que algún veterano (hombre mayor) que antes mandaba al sobrino a comprar, ahora se anima a venir él”, dijo Tubino.
El diputado socialista Julio Bango, uno de los redactores de la ley, estimó que el cultivo personal puede llegar a abastecer al 10% del mercado.
En contraposición con el optimismo de Palese y Tubino, un profesional universitario que aceptó hablar con la condición de mantenerse anónimo dijo estar muy disconforme con la ley.
“Cultivo desde hace años y jamás le vendí marihuana a nadie. Con la ley anterior, si el juez evaluaba que mis plantas eran para mi consumo personal, podía dejarme libre. La nueva ley fija el límite en seis plantas y como tengo más de seis, ahora ya no importa si vendo o si es para mí: soy un delincuente”, se quejó.
Palese coincidió en que el texto de la ley debería ser más preciso: según su criterio, cada cultivador debería poder tener seis plantas hembras en flor. Las flores son la parte que luego se fuma. Las plantas macho, que sólo dan semillas, no deberían contarse. Las plantas demasiado chicas, que todavía no dan flor, tampoco.
De todos modos, para los que quieren tener más, la ley ofrece la posibilidad de fundar clubes de cultivo que podrán tener entre 15 y 45 socios y un máximo de 99 plantas.
Palese ya está pensando en fundar un club en su tienda.