MONTEVIDEO, Uruguay (AP) — Diez años atrás el ilustrador uruguayo Alfredo Soderguit imaginó una película protagonizada por una niña llamada Anina. Lo que nunca pudo soñar es que un día esa película, su primer film como director, estaría en carrera para ganar una nominación al Oscar.
Soderguit llevaba seis años dedicado a ilustrar libros cuando fue contratado para hacer los dibujos de una edición de la historia infantil “Anina Yatay Salas” del escritor uruguayo Sergio López Suárez, un profesor jubilado. El libro trataba sobre una niña de diez años que tenía que soportar las burlas de sus compañeros porque su nombre y sus apellidos podían leerse igual de adelante para atrás y de atrás para adelante.
El libro impactó a Soderguit como ningún otro antes. “Fue explosivo. Me sentí muy identificado, sentí sensaciones que me transportaron a mi propia niñez. Y de inmediato pensé que era la historia ideal para una película”, relató el director en su estudio en Montevideo.
Además de revivir su propia infancia, lo que conmovió a Soderguit fue la sensibilidad y las reflexiones de Anina, quien se mete en problemas el día que, cansada de las burlas, decide enfrentarse con una compañera de clase a la que todos llaman “La Elefanta”.
Desde el día que Soderguit soñó con la historia hasta su estreno pasó una década entera. La lucha por conseguir los 650.000 dólares que hicieron posible la cinta fue casi tan dura como hacerla, porque cuando el proyecto comenzó a andar jamás se había filmado un largometraje de animación en Uruguay.
Hoy la película, que terminó siendo una coproducción uruguayo-colombiana, ha triunfado en festivales en Cartagena, Buenos Aires y San Pablo y ha sido seleccionada para representar a Uruguay entre las precandidatas al Oscar a la mejor película de lengua extranjera.
“Nos ha ido muy bien en los festivales en que la hemos presentado”, dice Soderguit, que nació en la pequeña ciudad de Rocha, al este del Uruguay, hace 40 años. “Pero lo más lindo, más allá de cómo uno cree que le quedó la película, es la forma que reacciona la gente al verla, los que se acercan a agradecer, a contar que se conmovieron”.
La película -que tiene varios guiños para los cinéfilos con escenas que homenajean a clásicos como “Metrópolis” o “The Wall”- está ambientada en un Montevideo de casas bajas, inspirado en sus barrios más populares. El efecto está tan bien logrado que Soderguit se ha encontrado en Europa con compatriotas y argentinos que se ponen a llorar cuando sienten reconocer las calles que pisaron cuando eran niños.
“Hay un relevamiento fotográfico que hizo posible elegir los mejores escenarios. Hubo varias caminatas por barrios como La Comercial o Nuevo París, buscando rincones de Montevideo, sacando fotos, buscando referencias, situaciones, fondos que podían funcionar. Anina tiene una forma de ver Montevideo muy realista pero a la vez muy romántica”.
Los personajes de la historia, en cambio, están dibujados con una estética similar a las ilustraciones de libros, que rinde homenaje al origen de la historia y que le da al filme un toque de ternura que lo diferencia de las animaciones híper realistas en 3D.
“A nosotros nos gusta mucho la ilustración literaria y el papel, y queríamos que en ‘Anina’ hubiera textura, trazos. En ‘Anina’ todo está en foco, como en las páginas de un libro. Y los recursos que usamos para generar profundidad no son fotográficos, sino pictóricos: el dibujo que está más lejos pierde detalles, se simplifica, se reduce la paleta de colores”.
Soderguit atribuye a ese tipo de animación el interés que la película ha despertado en países como Francia, de donde ya han recibido cinco ofertas distintas para distribuirla. También está negociando un contrato que permitiría exhibirla en Estados Unidos.
Otra elección del director fue la de que ningún artefacto electrónico apareciera durante la trama.
“Quisimos concentrarnos en el devenir emocional de Anina. A ella le pasan cosas que le pasan a todos los niños, más allá del IPhone o la computadora. Las angustias por el amor, el miedo, la culpa, el castigo. “Ningún niño en ningún lugar del mundo nos ha preguntado por qué no hay aparatos electrónicos”.
Si bien la mayor parte del trabajo fue hecho en Uruguay, la parte colombiana de la coproducción se encargó del diseño de sonido, algunas voces, parte de la animación y la corrección de color.
Las voces de los personajes son las de actores profesionales, y se grabaron voces diferentes para Colombia y Uruguay. Por el momento la película solo se ha doblado al portugués.
Soderguit se ilusiona con poder continuar realizando trabajos de este tipo. Hasta ahora su Estudio Palermo había vivido de ilustrar libros, hacer trabajos de arte de discos, diseño gráfico y publicidad.
El cine de animación es todo un desafío para un país como Uruguay, de apenas poco más de tres millones de habitantes. Además de “Anina”, solo existe otro largometraje de animación realizado en el país: “Selkirk”, estrenada unos meses antes.
“Es muy difícil, pero ahora estamos trabajando en otros proyectos que incluyen parte de animación. Eso también ayuda: si un documental tiene media hora de animación, la herramienta comienza a volverse más habitual y accesible, eso profesionaliza y permite cierto desarrollo artístico. Es un primer paso que puede ayudar a que algún día sea más habitual que exista una película uruguaya de animación”.