MADRID (AP) — España quiere poner su reloj en hora.
Una comisión parlamentaria aprobó el jueves un informe que insta al gobierno a estudiar medidas de conciliación laboral y familiar, entre las que figura retrasar una hora el reloj para retomar el huso horario británico que España abandonó durante la Segunda Guerra Mundial y que según los expertos ayudaría a cambiar algunos hábitos de vida.
La idea es que al reducir las horas de sol las empresas ajusten la jornada laboral de sus empleados.
“El hecho de que España, desde hace más de 71 años, no tenga el huso horario que le corresponde, da lugar a que madruguemos demasiado y durmamos casi una hora menos de lo recomendado”, dijo el informe.
“Todo ello afecta negativamente tanto a la productividad como al absentismo laboral, al estrés, a la siniestralidad y al fracaso escolar”, agregó.
El documento no es vinculante y funciona como recomendación. El gobierno todavía no ha tomado una decisión, aunque parece difícil que el cambio, de producirse, se tome de la noche a la mañana.
España es un país rico en tópicos, pero el del horario no es uno de ellos. Los españoles viven a un ritmo diferente al de sus vecinos europeos.
En grandes ciudades como Madrid y Barcelona esos detalles son menos perceptibles. No así en el resto del país. El horario laboral suele favorecer las jornadas partidas, con permisos para el almuerzo superiores a las dos horas. Muchos trabajadores aprovechan el tiempo para comer en sus propias casas, donde disfrutan de la tan famosa siesta.
Como resultado, la salida del trabajo se retrasa generalmente hasta pasadas las 19 y los comercios se mantienen abiertos hasta las 22, cuando empiezan a llenarse los bares. Se vive demasiado tarde.
“Vivimos en un continuo ‘jetlag”’, explicó Nuria Chinchilla, directora del Centro Internacional de Trabajo y Familia del IESE Business School. “Nuestro horario tiene efectos muy graves sobre el día a día de los españoles”, añadió.
La costumbre de comer tarde en España se remonta a las penurias de la posguerra civil (1936-1939). Los españoles necesitaban dos empleos para sobrevivir, así que la hora del almuerzo se fue retrasando poco a poco para compatibilizar los trabajos de mañana y tarde.
Ha llovido mucho desde entonces a pesar de la crisis actual. Muchos expertos consultados por el Parlamento creen que no es un problema cultural, que se puede comer perfectamente en una sola hora; pero, sobre todo, piden jornadas de trabajo racionales que finalicen sobre las 17 horas para que los padres pasen más tiempo en casa con sus hijos.
Una de las soluciones que sugiere el informe es retrasar el reloj una hora y recortar las largas horas de luz de las que disfruta España.
“Actualmente llegamos a casa tarde y sin energía para nada, ni para tener hijos ni para educarlos”, dijo Chinchilla. “Con la hora adecuada mejoraríamos los horarios escolares, tendríamos mejor tiempo de vida fuera del trabajo, mejor productividad y más horas para dormir”, agregó.
España utilizaba originalmente el horario británico, una hora menos que el actual, que le corresponde por encontrarse en la zona del meridiano cero o de Greenwich. Pero en los años 40, en plena Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi decidió imponer su hora a la Francia ocupada. Y España le copió.
Después del conflicto los franceses se quedaron en el horario central europeo, que de cualquier forma ya regía en la mayor parte de su territorio, mientras que España -gobernada por el dictador Francisco Franco- también lo mantuvo sin una razón aparente.
La consecuencia es que el reloj español quedó una hora por delante de su horario solar natural, que es el que funciona en el vecino Portugal y las islas británicas.
Esta particularidad permite a España disfrutar de más horas de luz a lo largo de todo el año. Y algunos expertos creen que poniendo el reloj en hora se comprimiría el día y se favorecerían jornadas razonables.
“Los expertos sostienen que aunque el actual horario nos da más horas de sol, eso no mejora necesariamente nuestra calidad de vida”, explicó Carmen Quintanilla, presidenta de la comisión parlamentaria y diputada del gobernante Partido Popular.
Lo que no se quiere es cambiar una cultura apegada a la calle, la gastronomía y el buen clima, sino adaptarla.
“No vamos a cambiar las costumbres, pero así como un día se cambió la hora sin que se enterase ningún español, ahora hay que hacer el cambio explicando los beneficios”, dijo Chinchilla. “Igual que se prohibió fumar en los bares, lo que parecía imposible, esto debe ser lo mismo y todo el mundo sale ganando”.