ZURICH (AP) — El secretario general de la FIFA Jerome Valcke dijo que cambiaría “muchas cosas” en la organización de la Copa Mundial, caracterizada por demoras en las obras y una agitación social que hacen temer por el éxito del torneo.
“Tal vez debimos haber involucrado al gobierno antes”, comentó el dirigente en alusión a los retrasos en muchas obras y a las manifestaciones de protesta por las grandes sumas que se está invirtiendo en el torneo mientras se ignoran problemas de infraestructura y servicios sociales, como aducen los detractores del gobierno.
Agregó que sería “inocente” pensar que no habrá protestas como las que se registraron durante la Copa Confederaciones del año pasado.
En respuesta a quienes dicen que los brasileños estarán de fiesta mientras su equipo siga en la competencia y que no habrá agitación social, Valcke dijo que “las cosas van más allá. Las razones por las que la gente salió a la calle en el 2013 no han cambiado. Hay problemas sociales en Brasil. Tomará tiempo” resolverlos.
El dirigente expresó que no se puede responsabilizar al organismo si la inversión en el torneo hizo que se postergasen proyectos sociales.
“No siento ninguna culpa si se usó dinero público que debió haber sido destinado a la educación, la salud o lo que sea”, manifestó. “Cuando Brasil se postuló como sede, tenían el presupuesto”.
Agregó que no se permitirán manifestaciones ni carteles políticos en los estadios y que la FIFA tomó medidas para impedir que la presidenta de Brasil Dilma Rousseff sea abucheada, como ocurrió durante la ceremonia inaugural de la Copa Confederaciones.
Señaló que ni Rousseff ni el presidente de la FIFA Joseph Blatter hablarán durante la ceremonia inaugural del 12 de junio, aunque sí entregarán el trofeo al ganador el 13 de julio en el estadio Maracaná de Río de Janeiro.
Valcke trató de tranquilizar a la gente respecto a los preparativos.
“No diría que no están listos, pero no han terminado”, declaró al rendir un informe sobre el estado de cosas en Brasil.
El estadio Itaquerao de Sao Paulo, donde Brasil y Croacia jugarán el partido inaugural, es un símbolo de los problemas que enfrenta el torneo. Las obras están demoradas, son muy costosas y a escasa distancia hay tierras ocupadas por manifestantes que dicen que perdieron sus viviendas por los altos costos de los alquileres en el barrio.
Valcke dijo que se requerirá “un nivel de operación perfecto” en el partido inaugural, al que asistirán 14.000 invitados entre los 65.000 asistentes.
La presión sobre la FIFA, los organizadores locales y la infraestructura de Brasil no aflojará durante la primera ronda del torneo, en la que habrá encuentros entre España-Holanda en Salvador, Inglaterra-Italia en la ciudad amazónica de Manaos, Alemania-Portugal en Salvador y Brasil-México en Fortaleza.
“Estos estadios serán utilizados al 100% de su capacidad”, advirtió Valcke.
Aunque el Mundial será un éxito comercial para la FIFA, Valcke está preocupado por los fanáticos que han comprado boletos a un ritmo sin precedentes.
“Creo que los retos principales serán para ellos”, indicó. “No será para los equipos, tampoco para los dirigentes”.
Los vuelos y hoteles serán más caros que nunca, aunque un problema mayor sería que los fanáticos se pierdan partidos por retrasos a la hora de viajar en el país más grande de Sudamérica.
Bajo el mando del ex líder de la Confederación Brasileña de Fútbol, Ricardo Teixeira, el país decidió realizar el torneo en el máximo posible de 12 ciudades, lo que obliga a las selecciones y sus seguidores a realizar largos viajes. Además, se descartó el uso del estadio Morumbí, en ese momento administrado por un rival de Teixeira del club Sao Paulo, para construir el Itaquerao. Teixeira renunció en marzo de 2012 en medio de un escándalo de sobornos.
Cuando se le preguntó si la FIFA cometió un error al confiar demasiado en Teixeira, Valcke respondió “no lo creo”.
“En cierto sentido él estaba protegiendo a la FIFA y al Mundial, porque no quería que se involucraran los políticos”, señaló. “Fue el primero que dijo, ‘no queremos dinero público en el Mundial”’.
Sin embargo, los contribuyentes brasileños pagarán buena parte de la cuenta de 3.500 millones de dólares de los estadios, además de otros miles de millones por obras en aeropuertos, carreteras, telecomunicaciones y electricidad.