BUENOS AIRES (AP) — Argentina coquetea peligrosamente con una nueva crisis económica, los mercados financieros le dan la espalda y la política ha separado a familias y amigos. Pero como en otros momentos de su historia, el fútbol se ha convertido en la tabla de salvación a la cual aferrarse cuando el país se tambalea al borde del precipicio.
Lionel Messi y compañía clasificaron a la selección argentina a su primera final del Mundial en 24 años justo en un momento de fuerte tensión social, a la cual han contribuido distintos factores: la inflación, una creciente inseguridad y el desgaste de un gobierno que con sus políticas dividió la sociedad y que en el final de su ciclo de más de una década enfrenta graves denuncias de corrupción.
“Ahí no hay distinción, ahí somos todos argentinos”, expresó el ex astro Diego Maradona al observar las imágenes de miles y miles de compatriotas festejando hasta la madrugada en distintos rincones del país el triunfo por penales sobre Holanda el miércoles en la semifinal del Mundial de Brasil. “Es maravilloso, que lindo es hacer feliz a la gente”, agregó quien levantó la segunda Copa del Mundo para Argentina en 1986, cuando Argentina buscaba resurgir tras la larga dictadura militar y la derrota en la guerra de las Malvinas.
Argentina, una de las naciones más futboleras del planeta, se consagró “rey” del fútbol por primera vez en 1978, en pleno régimen militar que se cobró la vida de miles, y el logro deportivo fue para una gran mayoría de la sociedad una distracción en medio del horror.
Tras los penales ante los holandeses, una marea humana celeste y blanca se lanzó a la calles el miércoles por la noche pese a las bajas temperaturas. “Argentina, Argentina” gritaban con orgullo los argentinos, que por estos días tienen pocos motivos que no sean futbolísticos para sentirse felices.
“Yo nunca había visto a los argentinos festejar así, todos unidos, sin banderías políticas”, comentó a AP Santiago Nardello, de 16 años, vestido con una camiseta albiceleste y una bandera argentina sobre sus hombros mientras caminaba junto a otros adolescentes rumbo al Obelisco, en el centro de la capital argentina.
La última explosión popular que se observó en las calles fue el 8 de noviembre de 2012 con un multitudinario “cacerolazo” contra el gobierno de Cristina Fernández. Antes habían sido las movilizaciones por la crisis de 2001.
Dueño de un quiosco de diarios y revistas en la turística avenida peatonal Florida, Osvaldo Darcia, de 60 años, disfruta porque las portadas habituales de los diarios con noticias negativas le hayan cedido su lugar el jueves a la fotografía del arquero Sergio Romero y el pase a la final.
“Toda la sociedad está en esto, nos une y vamos todos para adelante”, dijo Darcia. “Además por los próximos cuatro años vamos a tener a los brasileños como nuestros ‘hijos’ para divertirnos y cargarlos (molestarlos) a ellos”.
Para la licenciada Celia Kleiman, directora de la consultora PollData, “ayer (miércoles) hubo una unión. Es probable que la final colabore (a mejorar el clima social)”.
La experta destacó que “esta antinomia siempre fue fomentada desde las esferas del poder, la sociedad fue cooptada. El gobierno planteó la estrategia de encontrar un enemigo y estar peleado con alguien. Tal vez con esto puede haber unidad en la diversidad, por fin”.
Los argentinos tienen fama de engreídos y en los últimos días empeoraron su imagen internacional ante el riesgo concreto de que vuelvan a caer en una cesación de pagos de su deuda debido al conflicto con inversores extranjeros, bautizados “fondos buitres”, que demandaron al país en tribunales de Estados Unidos por el default de hace más de una década. A ello se suma la polémica por la permanencia en el cargo del vicepresidente Amado Boudou, quien en un hecho inédito en la historia ha sido procesado por corrupción ya que presuntamente se ha apropiado de la única empresa dedicada a la impresión de billetes de curso legal para luego favorecerse de contratos con el Estado al que pertenece.
Melancólico como el tango, el argentino promedio cree que todo tiempo pasado fue mejor, que vive en el peor de los países y que todo lo que viene será peor. El fútbol, una vez más, se ha convertido en el máximo motivo de orgullo en la tierra que engendró a Messi, Maradona y Javier Mascherano, el nuevo héroe nacional.
En las últimas horas han circulado por Twitter imágenes del capitán sin cinta del seleccionado y figura ante Holanda caracterizado como el “Che” Guevara y el prócer José de San Martín.
“Si mandamos a @Mascherano a negociar con los fondos buitres trae vuelto!!!!!”, escribió un usuario identificado como Toro Palladino. Mathías publicó que “Mascherano no te recupera la Malvinas, te conquista Inglaterra”.
Algunos intelectuales han descrito al fútbol como “pan y circo” de los pueblos, especialmente en esta parte del continente donde muchos gobiernos y regímenes totalitarios intentaron sacar provecho de los logros deportivos.
Analistas, no obstante, descreen que un triunfo en la final ante Alemania el domingo pueda tener un impacto a favor de la presidenta Fernández, quien transita el final de su segundo mandato, sin posibilidades de reelección en 2015, con una popularidad de entre 25 y 30 por ciento.
“En esta oportunidad no va a tapar los problemas que siguen vigentes en la cabeza de la gente. Puede haber un recreíto, pero nada más. Están cerrando fábricas, hay desocupación, el tema de la corrupción. Esto no podrá ser utilizado políticamente”, advirtió Kleiman.
Para la analista, “las cartas están echadas, (Fernández) podrá subir un par de puntos su imagen pero nada más. Es un fin de ciclo. Ella no se puede volver a postular, ni tiene candidato propio”.
Rosendo Fraga, de Nueva Mayoría, recordó que en “el Mundial que Argentina ganó en 1978, durante el gobierno militar, no cambió la historia. El que ganó en 1986, jugado en México durante la presidencia de (Raúl) Alfonsín, no tuvo un efecto político significativo. En términos simples, al año siguiente el gobierno perdió la elección en casi todo el país”.
Según Fraga, “los efectos suelen no ser tan relevantes en términos políticos y los estados de ánimo favorables duran poco. Días más, días menos, la realidad siempre retorna”.
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Los periodistas Marianela Jarroud y Luis Henao colaboraron con esta historia desde Santiago, Chile.