MIAMI (AP) — En una pequeña tienda en la Calle Ocho de la Pequeña Habana en Miami, Armando Pérez paga 25 dólares para activar el teléfono celular de su hija en Cuba. La propietaria de la tienda, Laura Benítez, sentada detrás del mostrador, teclea los números para que Pérez y otros puedan llamar a la isla.
“Yo llamo a mi hija cada semana aunque sea para que me diga ‘papi te quiero”’, dijo Pérez, quien salió de Cuba en un bote en el 2008.
Benítez, quien salió de la isla poco después de la revolución del 1959, no tiene familiares en Cuba. Muchos de sus clientes, sin embargo, crecieron bajo el sistema comunista y llegaron a suelo estadounidense en los últimos 10 años.
“Tienen que ir a Cuba a ver a sus familias”, dice Benítez. “Yo no lo entiendo porque mis padres están aquí, quizás si ellos estuvieran en Cuba yo regresaría”.
unos 46.662 cubanos salieron de la isla legal y permanentemente el año pasado, la mayor migración en un sólo año desde 1994, según cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba. Desde el 2002, el número de cubanos que han abandonado su país ha estado por los 30.000 anuales, por lo que los últimos 10 años marcan el mayor éxodo desde el inicio de la revolución. Eso es aparte de los 7.000 a 19.000 que salen del país ilegalmente cada año.
La nueva ola de inmigrantes cubanos se ha hecho patente en el área de Miami, el corazón del exilio cubano, creando por ejemplo tiendas especiales que ofrecen teléfonos celulares, o panfletos que publicitan la inminente visita de artistas cubanos.
Los cubanos que llegan en estos días se criaron en la isla después de la revolución, y su actitud hacia su patria es distinta a la de los inmigrantes que llegaron justo después de que Fidel Castro tomó el poder. Su auge está poniendo al relieve los contrastes, creando fricciones entre los grupos y generando dudas sobre lo que es ser “un exiliado cubano”.
Los enfrentamientos salen a relucir cuando, como por ejemplo, las generaciones más antiguas de cubanoestadounidenses protestan ante conciertos o eventos deportivos en que participan artistas o deportistas cubanos. Algunos roces se hacen evidentes incluso en pequeños locales como el de Benítez.
La madre de Benítez era una testigo de Jehová y estuvo tres años en cárceles cubanas antes de huir en uno de los Vuelos de la Libertad, los vuelos que salían de Cuba dos veces por día entre 1965 y 1973, y que lograron sacar a 265.000 cubanos del país.
“Mi mamá decía que éramos refugiados”, expresó Benítez. “Si ella hubiese podido volver, no creo que lo hubiera hecho, ¿para qué volver a un país que no nos quería?”
A diferencia de ello, la nueva generación de cubanos que llega a Estados Unidos rara vez menciona como razón la persecución política.
“En Cuba yo no vivía tan mal”, comentó Pérez, un camionero de 63 años de edad, algo delgado que usa un teléfono celular con Bluetooth. Pérez llegó a Estados Unidos en un bote con otras 30 personas a fin de reencontrarse con su hijo, quien había salido de Cuba hace varios años.
En el centro comercial donde se encuentra la tienda de Benítez, la preparadora de impuestos Irka Ducasse Blanes recuerda que cuando vivía en Cuba, no entendía por qué los cubanoestadounidenses se llamaban a sí mismos “exiliados”.
Blanes, de 40 años, trabajaba en finanzas para el Hotel Habana Riviera en Cuba. Vivía relativamente bien y hasta viajaba al exterior por trabajo unas dos veces al año. En el 2007, se vino a Estados Unidos estando seis meses embarazada, y trayendo a su hijita de 7 años. Poco después su esposo la acompañó.
La familia deseaba un mejor futuro para sus hijos, y hoy en día Blanes sí acepta que es una “exiliada”.
“La palabra ‘exiliado’, creo, es para aquellas personas que no pueden ir a su país de origen cuando desean”, expresó.
Hoy en día, sin embargo, muchos emigrantes cubanos sí regresan, algunos con cierta frecuencia. Según cifras del gobierno cubano, unos 500.000 estadounidenses viajan a la isla cada año, la mayoría de ellos cubanoestadounidenses.
Las razones de su salida — no tanto políticas sino económicas — aunadas a la frecuencia de sus viajes a la isla, suscitan dudas sobre si el término “refugiados” se ajusta para ellos. Los Servicios de Inmigración y Ciudadanía de Estados Unidos definen como refugiados “generalmente las personas fuera de sus países que no son capaces o no están dispuestos a regresar por temor a sufrir daños severos”.
Algunos políticos y activistas proinmigrantes dicen que es hora de modificar las políticas que ofrecen ventajas a los cubanos que llegan a suelo estadounidense, como la ley que ofrece un agilizado proceso de residencia permanente a todo cubano que llegue a Estados Unidos.
“Yo no critico a nadie que quiera visitar a su madre, su padre, o a un hermano que se está muriendo en Cuba”, declaró Marco Rubio, senador republicano por Florida y nacido de padres cubanos, a la Sociedad Estadounidense de Editores de Noticias. “Pero les digo, se vuelve difícil justificar el status de alguien como exiliado o refugiado cuando, año y medio después de llegar, están regresando a su país de origen y lo hacen una y otra vez”.
Emilio Morales, investigador de mercadeo en Cuba antes de emigrar a Estados Unidos en el 2007, calificó como “malas” las relaciones entre la generación antigua de exiliados cubanos y la de los recién llegados. Destacó que a los más nuevos no les interesa tanto la política, y no sienten que se les ha despojado de algo.
En general, la inmigración cubana a Estados Unidos se ha dado en tres etapas: Los que vinieron justo después de la revolución y que eran perseguidos políticos, los que vinieron en la década de 1980, principalmente en barcos y que mayormente eran gente opuesta al gobierno comunista, y los que han salido de Cuba desde 1994, mayormente por razones económicas tras el colapso de la Unión Soviética.
Todos los siete cubanoestadounidenses que están en el Congreso de Estados Unidos provienen de familias que vinieron poco después de la revolución, y en su mayoría son partidarios de políticas duras hacia el gobierno de La Habana, reflejando la actitud general de toda su generación.
Rafael Gonzalo, de 69 años y quien vino a Estados Unidos en 1959 cuando tenía apenas 15 años, dijo que las generaciones más viejas de cubanos tienen poco contacto con los más jóvenes. Los cubanos que llegan a Estados Unidos hoy en día son inmigrantes, no exiliados, dice Gonzalo, y las diferencias abarcan todo tipo de actitudes y costumbres, desde la manera en que hablan y visten, hasta su actitud hacia el trabajo.
“A los que vienen ahora no les gusta trabajar tanto”, expresó. “La raíz del problema es que en Cuba no se trabaja”.
En Cuba la gente subsiste “resolviendo” agregó, una expresión cubana que significa inventar algo, o intercambiar algo, para poder tener recursos.
Blanes frunce el ceño cuando escucha ese tipo de comentarios. Ella estudiaba de noche y cuidaba a sus dos hijas a fin de poder rehacer su carrera en Estados Unidos. Muchos de los empleados no han conseguido trabajado, pero sí quieren trabajar, dice.
En su tienda, Benítez simpatiza con sus clientes, pero siente la necesidad de recordarles de las libertades de las que gozan en Estados Unidos.
Aunque no lo mencionó, Pérez fue arrestado una vez en Cuba por vender carne ilegalmente, dice Benítez. Pero al mismo tiempo reconoce que la persecución política no fue la causa de su partida.
“Hambre es hambre y necesidad es necesidad. La libertad está ahí, pero primero viene el alimento”, expresó.