HONG KONG (AP) — Para los ricos de Hong Kong, ir a casa significa ir a una mansión con una vista a las montañas majestuosas. Para los pobres, como Leung Cho-yin, ir a casa es meterse en una jaula.
Leung, de 67 años de edad y quien trabajaba como carnicero, paga 1.300 dólares de Hong Kong (167 dólares estadounidenses) al mes para vivir en una de una docena de jaulas de alambre metidas en un apartamento semiderruido en una zona pobre del barrio de clase obrera de West Kowloon.
Las jaulas, apiñadas una encima de otra, miden apenas 1,5 metros cuadrados. A fin de protegerse de chinches, Leung y sus compañeros colocan colchas, sábanas o linóleo encima de las tablas de madera.
“Me han picado tanto que ya estoy acostumbrado”, expresó Leung al doblarse la manta para mostrar las picaduras. “No hay nada que hacer, tengo que vivir aquí, tengo que sobrevivir”.
Unas 100.000 personas en esta antigua colonia británica viven en lo que se llama oficialmente “viviendas inadecuadas”, según la Sociedad de Organización Comunitaria. Esa categoría incluye apartamentos subdivididos en pequeños cubículos, o con compartimientos del tamaño de un ataúd, o casuchas construidas sobre tejados.
Tales viviendas humildes presentan un agudo contraste con la prosperidad económica de esta ciudad china.
Parte del problema son los altos precios de las viviendas, y eso está agravando la situación política para el gobernador de Hong Kong, Leung Chun-ying, un funcionario designado por el gobierno central de Beijing que cuenta con escaso apoyo público y que ahora debe enfrentar protestas por la crisis habitacional.
Al asumir la gobernación de Hong Kong en julio pasado, Leung prometió ofrecer más viviendas accesibles. Los precios de las viviendas aumentaron 23% en los primeros 10 meses del 2012 y se han duplicado desde que tocaron fondo en el 2008 en medio de la crisis financiera mundial, según datos del Fondo Monetario Internacional. Los precios de los alquileres han seguido una tendencia similar.
La inflación significa que la vivienda decente se ha vuelto un sueño imposible para una gran parte de la población, y ha causado gran descontento hacia el gobierno, que controla toda la propiedad de tierras junto con un pequeño grupo de terratenientes. La tendencia se ha visto apuntalada por un fácil acceso al crédito, gracias a tasas de interés sumamente bajas e imposibles de aumentar debido a que la divisa está ligada al dólar. Los precios también se han visto inflados debido al masivo ingreso de capitales de inversionistas de China y de ultramar.
En su discurso de toma de posesión en enero, el gobernador de Hong Kong estimó que la falta de acceso a la vivienda constituye una amenaza a la estabilidad social y prometió darle prioridad a reducir la escasez habitacional.
“Muchas familias se ven obligadas a mudarse a apartamentos más pequeños o incluso a fábricas viejas”, declaró. “Vivir en jaulas, apartamentos cubiculares o subdivididos se ha convertido en la lamentable opción para decenas de miles de residentes de Hong Kong”.
Leung develó planes de aumentar la oferta de viviendas públicas a mediano plazo, más allá de su nivel actual de 15.000.
Sus declaraciones conforman un cambio pronunciado con respecto a Donald Tsang, quien ignoró el problema. Legisladores y activistas, sin embargo, han criticado a Leung por no hacer lo suficiente para aliviar la escasez en el corto plazo. Unas 210.000 personas están en lista de espera para conseguir vivienda pública, aproximadamente el doble de lo que había en el 2006. Aproximadamente una tercera parte de los 7,1 millones de habitantes de Hong Kong viven en apartamentos públicos.
El descontento popular hacia los altos precios de las viviendas se ha vuelto uno de los temas principales de las frecuentes protestas antigubernamentales. El legislador Frederick Fung ha advertido que las manifestaciones crecerán si el problema no se resuelve, y comparó el efecto que la crisis tiene en los pobres con un experimento de laboratorio.
“Cuando estábamos en la secundaria, hacíamos un experimento de laboratorio donde muchas ratas eran colocadas en una caja pequeña y se mordían”, declaró Fung. “Cuando un espacio habitacional es tan congestionado la gente se vuelve inquieta, desesperada” y furiosa con el gobierno, declaró.
Leung Cho-yin, quien vive en una jaula, no cree que el gobierno pueda cambiar la situación.
“Siempre hablan de la misma manera. ¿Qué esperanza hay?”, expresó Leung, quien vive en una jaula desde que tuvo que dejar su trabajo en un mercado tras perder parte de un dedo 20 años atrás. Debido a que apenas estudió la primaria, sólo pudo encontrar empleos de manera esporádica. No ha solicitado viviendas públicas porque no quiere dejar a sus compañeros de apartamento, y vaticina que pasará el resto de su vida en una jaula.
Su único ingreso son 4.000 HK dólares (515 dólares estadounidenses) en asistencia pública. Tras el pago de su alquiler, se queda con apenas 2.700 dólares HK (350 dólares de EEUU), lo que en promedio implica unos 90 HK dólares (11,60 dólares EEUU) diarios.
“Para mí es imposible ahorrar”, expresó Leung, quien nunca se casó y no tiene hijos en los que se pueda apoyar.
Leung y sus compañeros de habitación, todos hombres solteros y ancianos, lavan su ropa en un balde. Hay dos retretes encerrados y uno de cuclillas que está dentro de la ducha. No hay cocina sino una pequeña habitación con un lavaplatos. Las paredes han tomado un color ocre bajo la suciedad y el hollín de tantos años.
Aunque las jaulas, que comenzaron a surgir en los años 50 para hospedar a los hombres solteros que venían a trabajar desde el interior, son cada vez menos comunes, hay otros tipos de viviendas deficientes como apartamentos-cubículos que están aumentando a medida que la aumenta la pobreza. Casi 1,19 millones de personas vivían en pobreza, según la Agencia de Servicios Sociales de Hong Kong. No existe una cifra oficial que defina la pobreza pero por lo general se le considera la mitad del ingreso promedio local, que es de 12.000 HK dólares (1.550 dólares estadounidenses) al mes.
Muchos habitantes pobres de este territorio han solicitado viviendas públicas, pero tendrán que esperar años. La mayoría de unas 500 familias pobres que respondieron a una encuesta de Oxfam Hong Kong habían estado en la lista por más de cuatro años sin recibir una oferta.
Li Tat-fong es una de las personas en espera. A sus 63 años, aspira a salir algún día con sus dos nietos del apartamento-cubículo en que se encuentran en la zona de Wan Chai, pero no sabe cuándo ocurrirá.
Li, quien sufre de diabetes y problemas de la espalda, cuida de sus nietos Amy, de 9 años y Steven, de 13, debido a que el padre ha desaparecido y la madre— su hija — no ha podido conseguir autorización para venir a Hong Kong desde la China continental. Ocasionalmente un tío les ayuda.
Los tres viven en una habitación de cinco metros cuadrados, una de siete creadas al subdividir un apartamento. Una cama litera ocupa la mitad de ese espacio y un armario la mayoría de lo que queda. Viven apiñados junto con sus pertenencias: bolsas de plástico llenas de ropa, un ventilador, peluches de Amy e instrumentos de cocina.
“Hay muy poco espacio aquí, apenas podemos respirar”, expresó Li, quien duerme en la litera inferior junto con su nieto.
Comparten la cocina comunitaria y dos retretes con los demás inquilinos. La oficina de asistencia pública pasa su alquiler de 3.500 HK dólares y los tres reciben otros 6.000 HK dólares para gastos de manutención.
Sin embargo, el dinero no alcanza para las necesidades básicas, especialmente con la necesidad de mantener a dos niños. Li dice que en una noche reciente su cena fue una exigua ración de arroz y vegetales con carne, y que los niños suelen quedar hambrientos después.
La lucha por mantener a los nietos está acabando con sus fuerzas.
“Es agotador”, confesó. “A veces estoy tan furiosa que me pongo a llorar, pero lo oculto para que nadie me vea”, comenta.
___
Kelvin Chan en twitter.com/chanman