CLEVELAND (AP) — Antes que Mariano Rivera respondiera a las preguntas de empleados de los Indios de Cleveland, a los que quería darles las gracias en su última visita al estadio Progressive Field, el mejor relevista de todos los tiempos quería saludar a alguien en particular.
“¿Dónde está el del tambor?”, preguntó Rivera.
El panameño finalmente pudo a conocer al individuo que lleva 40 años acudiendo a los juegos de Cleveland, batiendo el tambor desde lo alto de las tribunas para generar un rally del equipo de casa.
“Aquí estoy”, dijo John Adamas, levantando uno de los palos para el legendario lanzador de los Yanquis de Nueva York pudiera avistarle en el fondo de la sala.
“Eres lo máximo”, dijo Rivera. “Siempre leal, día tras día. Eso lo respeto. Muchas gracias”.
En su última campaña como jugador de Grandes Ligas, Rivera, que se jubila al concluir esta, su 19na temporada con los Yanquis, se ha tomado el tiempo para saludar a los empleados de los equipos que realizan los trabajos anónimos. El miércoles, Rivera se reunió con 25 empleados de los Indios, entre ellos acomodadores, vendedores de entradas, guardianes y otros, durante 30 minutos.
El personal vino a despedir a Rivera, que respondió preguntas, posó para fotos y distribuyó pelotas de béisbol autografiadas entre los empleados, que parecían extasiados por el gentil gesto.
“Respeto el trabajo que ustedes realizan”, les dijo Rivera. “Por lo general vemos lo que sucede en el terreno y no lo que sucede detrás de bambalinas. Deseo agradecerles por todo lo que hacen, por el amor y dedicación que tienen por su equipo. No importa si son aficionados de los Yanquis o no. Ustedes son aficionados del béisbol”, destacó.
Al concluir su presentación, Rivera dijo que estaba dispuesto a responder preguntas y se preparó para que algunos fanáticos de los Indios que han sido testigos de las actuaciones del número 42 en algunas temporadas especiales en Cleveland.
“Pueden decir lo que se les antoje ahora”, les dijo Rivera entre risas.
No faltó que alguien le preguntara a Rivera cuáles eran sus principales recuerdos de Cleveland. En 1997, Rivera fue víctima de un célebre jonrón del boricua Sandy Alomar, que empató en la octava entrada el cuarto partido de la serie de primera ronda en los playoffs de la Liga Americana. Los Indios ganaron la serie en cinco partidos, evitando que los Yanquis pudieran revalidar su corona como campeones de la Serie Mundial.
Para Rivera, fue un inusual fracaso.
Pero mirando al pasado, el pelotero de 43 años dijo que lo hizo reflexionar.
“Debo decirles algo, si ustedes consideran ¿que lo del ’97 fue malo?”, les comentó. “Para mí, eso me dio el impulso para mejorar. Si eso no hubiera sucedido. Solo Dios sabe qué hubiera pasado Pero lo sucedido me hizo mejorar y me hizo esforzarme”.
Rivera también recordar enfrentar a los temibles equipos de Cleveland en la década de los ’90, que contaban con una alineación con Jim Thome, Manny Ramírez, Kenny Lofton, Omar Vizquel y Albert Belle.
“Era una guerra aquí”, dijo Rivera, quien el 9 de marzo anunció su intención de retirarse. “Nunca fue fácil”.
Pero lo hizo ver fácil: tiene 609 rescates de por vida. No ha fallado al convertir las 17 oportunidades de rescate contra los Indios desde 2003.
Rivera bromeó cuando Adams le contó que ha estado batiendo el tambor en los juegos de los Indios desde 1973.
“Esto me quita el estrés”, le dijo Adams a Rivera. “Y usted me ha causado mucho estrés”.
Rivera planea tener este tipo de despedidas en lo que queda de su última temporada. La semana pasada, en Detroit, se reunió con un viejo empleado de mantenimiento del terreno de los parques Tiger Stadium y Comerica Park. Conversó con otros empleados de los Tigres, a quienes les relató que Edgar Martínez ha sido el bateador más difícil que ha enfrentado y que Pelé —el legendario futbolista brasileño— fue su ídolo cuando era niño.
Al final de la visita en la sala de ruedas de prensa de los Indios, Rivera se reunió con cada empleados, hablando sobre sus funciones, familias, de cualquier cosa.
Una de ellas fue Mary Forkapy, empleada de los Indios desde 1996 y cargo de llevar el pago de nóminas. Estrechó la mano de Rivera, sacó una foto, con el panameño abrazándola con el brazo derecho sobre su hombro, y recibiendo una pelota autografiado del futuro miembro del Salón de la Fama.
“Fue algo muy genuino, muy sincero, muy lindo”, dijo sobre su conversación con Rivera. “Me dijo que yo era una persona muy importante”.
¿Acaso esto le redujo su desprecio hacia los Yanquis?
“Un poquito”, dijo.
Mientras los empleados se despedían, Rivera estrechó la mano de Adams, quien quiso que el relevista tocara el enorme tambor.
“Yo no puedo hacer eso”, dijo Rivera. “Eres el experto en eso”.